Desde este sofá veo mí vida pasar

Son los olores, sabores, texturas, colores, imágenes.

Son sus rincones, paredes y suelos.

Sus muros son mi protección, mi guardia. Sus paredes me resguardas de la adversidad y del mal tiempo. El techo es mi cielo y cambia de colores. Se ven amaneceres y atardeceres.

Quienes habitan dentro, me esperan siempre felices y me dan calor, ternura y me soportan. No importa el tiempo, el día, el clima, lo que yo haga o deje de hacer, “ellos” están allí.

Me rindo ante la seguridad que encuentro aquí. No me puedo mover, no consigo dejarlo todo y correr hacia un horizonte libre. ¡No lo puedo dejar!. Es esta comodidad la que no me permite ver hacia fuera. Es como un misterio que se desencadena luego de mirar por la ventana y darme cuenta que aquí lo tengo todo y allá afuera es incierto.

Y son las barras de la incertidumbre la que me mantienen aquí, al margen. Es esa sensación de desequilibrio al estar frente a lo desconocido la que me enraizó aquí.

No logro mover ni una parte de mí, ni mi mente puede ya viajar, ni mis ojos brillan ya. Solo oigo murmuraciones desde afuera, “allá”, pero no me invitan a salir.

En esta comodidad situacional, que me ha dejado en estado de coma sostenido hacia la vida, sus experiencias, sus cosas bellas, sus colores, lo importante.

Desde mi sofá, miro cómodamente todo y a todos, me siento inútil, inusual, inmóvil, impotente, incoherente, sin sentido, sin objetivo, ni motivos, sin estilo ni interés.

Desde aquí, este placentero sofá, miro lo que quiero hacer y tener. Desde aquí, como en una vidriera de centro comercial observo como todo sucede, todo empieza, termina, se renueva, las flores crecen, el pichón aprende a volar, los niños crecen, unos se van, otros regresan, los que aprenden, los que cambian y los relojes mueven sus agujas.

Me pregunto, desde aquí, cuando podré dejar este sofá, cuando podré dejar de atestiguar la transición de la vida y ser presencia y activa. ¿Cómo?...