El Diario de una Fulana

Adentrándome en el bosque con la mirada concentrada en el horizonte, no miré hacía atrás, para no recordar, no miré hacia abajo para no mostrarme arrepentida, no miré a un lado, porque se que estoy sola en esto, ni miré hacia arriba, para no reconocer que me vigilan. Camino por aquel oscuro bosque, cubierto por una capa gruesa de silencio y un aire de soledad, busqué paz y no la encontré, y queriendo tenerla me asfixiaba, me perdía. En el camino pedregoso, acompañado por árboles gigantes, pero sin frutos, se dejan ver muchos pasadizos pero, no se cual escoger, todos parecen correctos y a la vez tan desatinados, aun no se cual. En el interín, quise reposar de mis pensamientos (búsqueda) y me topé con mi conciencia, que tanto me ha estado atormentando, la he estado evadiendo, como cuando alguien te seca el nombre de tanto llamarte, pero no le haces caso. Ella, la conciencia, preguntó por qué seguía calzada, (debes sentir la tierra que pisas). Y preguntó por qué seguía perdida, por qué no